2/5/11

Un viaje a Madrid para disfrutar con los Sultanes del Swing

Y Mark Knopfler apareció en el escenario con su guitarra, vestido de blanco, y sonaron los primeros acordes del Calling Elvis. Y el Vicente Calderón brincó. Sólo era el comienzo. Habían pasado muchas horas desde que partimos de Sevilla y al fin había llegado el momento. La banda se sumó al espectáculo y quedaban un par de horas por delante para disfrutar. Incluso para tararear el solo de guitarra de Sultans of swing, como aseguraría después algún guasón, no sin cierto deje de ironía e incredulidad.


Debimos subir al tren en la Estación de Santa Justa (a esas alturas ya estaba funcionando) o fue en San Bernardo. Después de varios meses con las entradas guardadas a buen recaudo había llegado el día del concierto e íbamos a estar allí. Casí parecía imposible, pero se iba a hacer realidad. No, no viajamos en AVE, tampoco éramos ricos ni mucho menos. Toda la noche para llegar a Madrid. Algunos guasones incluso echaron una cabezadita encajados en el espacio destinado al descanso de las maletas. Como no llevábamos, estaba vacío.

Mi selectiva memoria no me trae más recuerdos hasta el momento en que ya estábamos en los alrededores del Calderón. Debía ser mediodía. Buscamos un bar, con veladores, frente al estadio, para tomar unas tapas. El camarero solicitó la comanda y pedimos cerveza para aclarar las gargantas. Alguien tuvo la ocurrencia de preguntar si, por una casualidad inesperada, tenían Cruzcampo y resultó que la tenía. La emoción embargó entonces nuestros corazones y juraría alguno derramó una lagrimita. Las cervezas se convirtieron en jarras por obra y gracia de San Gambrinus.

Faltaban aún varias horas para el concierto y ya estábamos haciendo cola en la entrada del estadio. No éramos los primeros ni los únicos. Tan larga fue la espera que alguno de los hermanos no pudo resistir la opresión, en este caso, de las coca colas y su vegija digo basta. El corro de la patata le permitió relajarse con algo de discrección en una lata previamente desprovista de su líquido refrescante.

Y abrieron las puertas, y pisamos el "césped" del estadio en el que el Betis había hecho historia a finales de los 70. Qué duro debe ser el papel de telonero de una mega banda. Nos cansaron pronto, no estábamos allí para escuchar a esta gente. Yo no recuerdo el nombre. La verdad. 

Cuentan las crónicas que a las 22.00 salió Mark Knopfler al escenario y partir de aquí llegó el éxtasis, se acabó el cansancio y nos olvidamos de las presiones en las vejigas. Lo disfrutamos, incluso con el incidente de la avalancha que en un segundo no tumbó y en otro segundo nos reincoporó a nuestros lugar como si nada hubiera sucedido. Una auténtica fuerza incontrolable de la naturaleza. Perdí un zapato en el incidente pero al volver al sitio (a pesar que que nos movimos varios metros) allí estaba esperándome. Habría sido complicado regresar a la pata coja.

Después sólo recuerdo una eterna caminata alguna cabezadita en el palo del gallinero de uno de los hermanos Suárez y poco más. La música sonando en mi cabeza durante mucho tiempo.

La portada del diario ABC al día siguiente

No me gusta mucho la crónica de El País, pero la enlazo:La música de Dire Straits rindió a 60.000 personas en su masivo recital madrileño

Por cierto, todo este recuerdo viene de la mano de Ignacio, que se puso melancólico en su facebook, enlace e imágenes incluidas. ¿Alguno tiene más recuerdos? Un vídeo de aquel día.

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