20/2/11

La guasonería ambulante provoca "dis-gustos"

Desde los tiempos del Grego, bueno, los Talavera, pasando por el Zascandil, con Sánchez Valles o con Luis, a los más recientes del gran Fernando en El Sitio, la hermandad de la Guasonería siempre ha tenido vocación sedentaria. Echamos raíces en el Leo (nunca recuerdo los nombre de los bares), nos habituamos al Ruperto o a la Carrucha (siempre convertida en Garrucha). Seguro que por mi mala memoria olvido algún punto de encuentro que seguro nos hizo vivir momentos guasones.

Desde el otoño somos ambulantes. Fernando nos ha dejado huérfanos. Pareció por un tiempo que el francés se convertía en el nuevo Dorado guasón, pero no acaba de enraizar. El Alambique nos gustó e incluso ya repetimos. Probamos en Alcosa, demasiado extramuros. El lugar que nos acoja debe ser símbolo de nuestra cultura, gastronomía y enología variada, cierta calma, trato agradable y precio razonable.

Estamos en ello, el nomadismo no encaja con el carácter guasón, que tiende más a buscar el refugio, la comodidad y el disfrute de los placeres en compañía descartando las preocupaciones mundanas por un rato, salvo en nuestras discusiones, que tantas y tantas veces nos han permitido arreglar el mundo, lo que pasa es que el cabr... se empeña en volver a joders... a la mañana siguiente.

El jueves pasado repetimos en la Carrucha, el sitio elegido por nuestro hermano chulo, ya en segundas nupcias, el lugar digo, no el Chulo. Hombre, hermano, está bien, nos trae sabores rancios, pero elige mejor, que ya es la segunda vez que vamos allá en noche Europea y el equipo blanco (a secas) de la ciudad sale de derrotado, para enorme congoja de los hermanos guasones, por cierto.