1/3/08

¡Cuánto nos gusta y qué poco lo conocemos!

Quien ha participado u oído algo sobre las cata guasonas sabe que los hermanos, a pesar de nuestra condición de adoradores de baco, de entenderas enológicas andamos cortitos. Hace tiempo que debimos dar el paso y al fin sucedió. Llegó de la mano de Luis y de Cristóbal que nos ilustraron con su sabiduría en una exquisita noche.

Como es habitual la noche comenzó con los tradicionales equívocos guasones. Error de numeración en la nave del Pisa, atascos varios y retrasos en el inicio. Después de conocer el mapa de las denominaciones de origen (hay más que vinos he probado) comenzó la cata, con pausa, sin prisa, como si fuera un guiño para que los guasones aprendan.

Nada más acertado que la ficha de cata para torpes que recibimos. Lo cierto es que era en exceso compleja. Pero conforme avanzaba la noche la fuimos descifrando. Los olores aparecían, a vainilla, ¿dónde coño está la vainilla Luis? a pimientos verdes, a avecrem, y así algunos más. Colores, transparencias, taninos, asperezas.

Tres vinos, tres denominaciones distintas y apareció el cuarto, el que lo cambió todo. Gustó a casi todos, al Loco nada. El Ostatu digo. Los primeros, dos crianzas y un reserva: Reino de los Mallos (el de la vainilla), Altos de Inurrieta y Manzanque. Cata y selección. Buena selección y buena lección. Algo más sabemos a partir de ahora. Sobre todo, como diría un sabio, que no sabemos na de ná.


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