Las
comidas guasonas son lentas, a veces pesadas, tanto que la digestión puede
alargarse varios días. A veces sucede. Cuesta digerir los alimentos, aún más las
ocurrencias. Hay que procesar con calma para saborear en todo su esplendor
algunas de éstas. Por eso, las comidas guasonas suelen culminar con un bonito y
largo paseo. Algunos hermanos, más sedentarios de naturaleza, han aprendido con
los años y evitan las sanas caminatas que contribuyen a digerir las viandas
consumidas. Otros, más presumidos, quizás, más atrevidos, tal vez, más
inconscientes, seguro, se atreven a calzar ruedas nuevas y eso no siempre
funciona.
Pensad y consolaos hermanos, os ahorrareis los rigores de la
inanición post-navideña. La tripa la perdisteis entre alguna de esas Mil-Hojas.
Entre las ocurrencias de la última comida ninguno de los presentes
podrá olvidar el homenaje que el hermano Largo le dedicó a Matilde y sobre todo
a Antonine. Inolvidable la destreza de nuestro hermano despejando la
impracticable pista de baile Masai (Candela dixit) del antro marxiano.
Tampoco se borrará de nuestras retinas el rebautizo guasón de
nuestro, antaño hermano Miliki, ahora conocido como Franmigué, que con
esperanza parece recordar a sus dos abuelos, suponemos que abuelos guasones,
claro.
Y la actitud decidida del Gran Hermano defendiendo contra viento y marea el valor de su profesión y negándose, sin dudas, a disfrutar de la agradable caminata
guasona. Una caminata que aceptó de buen grado el hermano Chinchecienta, a
pesar de calzar sus zapatitos de cristal nuevos. Fue capaz de cruzar Sevilla desde
más allá del arrabal Macareno hasta el Arenal y después no se atrevió a
transitar desde la Plaza Nueva a la Puerta Jerez. Cosas de la confusa noche
guasona.
Todo eso fue grande, pero la comida guasona quedará sin duda
grabada en la historia por el voraz ataque de la maldición de las Mil-Hojas.
Derribados uno tras otro los hermanos guasones por el inmisericorde fragor
blanquecino rodeado de dulce salsa caliente y chocolateada. Sólo dos superaron
el trance, quizás sus estómagos periodísticos están más habituados a los
estragos de la batalla diaria.
Hay quien dice que fue Moctezuma el responsable de la masacre, hay
quienes creen que las almejas frescas y crudas se atragantaron a los curtidos
hermanos guasones, cosa poco probable a tan provecta edad. Lo cierto es que
siete de los nueve hermanos que partieron incautos, regresaron transidos por el
dolor, o eran fluidos.
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